Entrevista a Enrique Gatica, historiador y educador popular: “En momentos de dificultad, solo podemos confiar en nuestra clase”

Para esta edición de “El Andamio”, entrevistamos a Enrique Gatica Villarroel, historiador, estudiante de doctorado en Historia en la USACH, Educador Popular y además, autor del libro Perdiendo el miedo. Organizaciones populares de subsistencia y la protesta popular 1983-1986 (Mar y Tierra Ediciones, 2017). Enrique es hermano del compañero Gustavo Gatica, joven que perdió la vista de sus dos ojos, producto de la represión policial en las inmediaciones de la Plaza de la Dignidad, en el marco de la revuelta iniciada en octubre de 2019.  

 

En medio de la crisis social que estamos viviendo, nos gustaría que te refirieras a algunas experiencias históricas que han ocurrido en Chile en donde el pueblo trabajador con sus propias fuerzas ha levantado instancias de auto-organización para hacer frente a un contexto adverso. En este sentido, ¿podrías hablarnos acerca del rol que cumplieron las cooperativas, mutuales y las sociedades de resistencia al inicio del movimiento obrero organizado en nuestro país?

 

Me parece que hoy, en medio de una crisis sanitaria y económica, es más importante que nunca tener claridad que ha sido la iniciativa popular, en su trabajo autónomo y solidario, la que ha permitido la supervivencia de nuestra gente a lo largo de la historia. Jamás ha existido un gobierno que entregue una ayuda real a las necesidades del pueblo en su conjunto (la Unidad Popular sería el intento más claro, aunque como sabemos, fue un proyecto destruido por la oligarquía de este país). En ese sentido, me parece fundamental poner en valor la organización autónoma del pueblo, aunque sin perder de vista la necesaria interpelación al Estado para que se haga cargo de la responsabilidad que les compete (que se supone, sería la función por la cual existen los gobiernos finalmente).

 

Respecto a las organizaciones obreras mencionadas, las primeras de éstas las podemos encontrar en la década de 1840, cuando se desarrollaron las incipientes mutuales y/o sociedades de socorros mutuos, para dar alguna protección social mínima a sus miembros en caso de enfermedad o muerte. Estas organizaciones de asistencia se fueron fortaleciendo y complejizando, dialogando en muchas ocasiones con organizaciones de carácter más político, como la Sociedad de la Igualdad o el Partido Demócrata. Esta maduración llevó a que hacia comienzos del siglo XX diversas organizaciones del pueblo fueron tomando un carácter más político, fundamentalmente por las ideas socialistas, comunistas y anarquistas, que se imbricaban en un trabajo cooperativo con los sindicatos obreros del período.

 

La política oligárquica del período era un ejercicio de la élite, donde el pueblo era “convocado” solamente a votar, sin tener otras formas de intervención política (algo bastante parecido al presente en realidad). Así, los espacios como mutuales se transformaron en lugares de gran sociabilidad política, donde obreros, trabajadoras e incluso niñas y niños podían participar y reflexionar en torno a la sociedad de la época. Era una forma diferente de hacer política, más participativa y cooperativa. En ese sentido, las mancomunales, que agrupaban diversas organizaciones del pueblo, me parecen una experiencia interesante para recoger en el presente. Estas organizaciones, que se dieron principalmente en el norte salitrero, buscaban agrupar y coordinar diferentes organizaciones populares de un territorio específico, propiciando espacios de discusión política de forma horizontal y participativa (lejos de la rancia “democracia” que ofrecía la oligarquía), aunque dando espacios para la asistencia de sus miembros -en caso de tragedias- o, inclusive, constituyéndose como lugares de difusión artística y cultural, desarrollándose bibliotecas, obras de teatro, periódicos, entre otras acciones que iban en apoyo al pueblo trabajador. Las mancomunales serían un intento notable de formas alternas de hacer política, de forma genuinamente democrática, aunque también como espacios de reflexión y discusión colectiva, así como de solidaridad popular.

 

¿Nos puedes contar cómo se gestó la Asamblea Obrera de la Alimentación Nacional (AOAN) de 1918?

 

La experiencia de la AOAN tuvo mucho que ver con lo que comentamos en la pregunta anterior. Para esos años el movimiento obrero continuó fortaleciendo sus organizaciones autónomas (no hay que olvidar que en este período también fueron algunas de las grandes matanzas del pueblo trabajador, como el famoso caso de la Escuela Santa María de Iquique en 1907). En esta búsqueda de fortalecer las organizaciones del pueblo, solo como ejemplos, el año 1917 se constituyó la socialista Federación Obrera de Chile (FOCH) y en 1919, producto de la maduración de diversos sindicatos anarquistas, se estableció la Asociación Obrera de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW) en Chile. La Asamblea Obrera de la Alimentación Nacional del año 1918 fue parte de los mismos impulsos, aunque ocupada de una temática específica: el acceso a la alimentación.

 

En el año 1917, los productos básicos habían subido en un 33% en promedio, por lo que el acceso a los alimentos se hizo más complejo que nunca. Debido a que la gran mayoría de los ingresos de las y los trabajadores era destinada a conseguir la alimentación básica, la alta carestía de los productos básicos significó un fuerte golpe a la economía de los pobres. La AOAN, además de agrupar a diversas organizaciones obreras, logró convocar a gremios, como los empleados bancarios y profesores, junto al estudiantado (uno de los más permanentes aliados de las luchas de las y los trabajadores). La AOAN fue encabezada por el socialista Carlos Alberto Martínez (dirigente de la FOCH) y el anarquista Moisés Montoya.

 

Para noviembre de 1918 la AOAN convocó a su primera gran manifestación, dejando de manera clara su propósito: asegurar la alimentación justa para el pueblo. Entre otras demandas, se solicitaba el fin a la exportación de cereales (cuando en Chile aún había hambre y escasez), el fin al impuesto a la carne (importada desde Argentina, que fue uno de los motivos de la “huelga de la carne” de 1905), el establecimiento de ferias libres para el consumo popular, entre otras peticiones. La fuerza de la AOAN, al tener una gran convocatoria en sus mítines y marchas, llevó a que una parte importante de las demandas del pueblo fueran escuchadas, bajo el temor de un levantamiento popular.

 

Me parece que las demandas que levantó la AOAN tenían que ver, a final de cuentas, con impedir la especulación y enriquecimiento de los sectores privilegiados a costa del hambre y miseria del pueblo (algo que nos recuerda bastante el gobierno actual).

 

En el Chile de la Unidad Popular (UP), frente al desabastecimiento y el mercado negro, producido por el paro patronal de octubre de 1972, el pueblo por sí mismo se hizo cargo de resolver este problema ¿podrías explicar cómo funcionaban las JAP y cómo se enfrentó la crisis?

 

El proyecto de la Unidad Popular fue resistido virulentamente por la oligarquía, quienes fueron capaces de causar un desabastecimiento brutal a fin de propiciar un colapso del gobierno. Si lo pensamos, uno de los factores claves en la “Batalla de Chile” (como la nombró el documentalista Patricio Guzmán) fue por la alimentación. El paro patronal de camioneros (financiado por EE.UU.) buscaba justamente golpear al pueblo en el ámbito alimentario, bloqueando las rutas de distribución de recursos, generando desabastecimiento.

 

Aunque las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios (JAP) fueron creadas oficialmente el 4 de abril de 1972, éstas se apoyaron en el fuerte tejido social existente en el período, fundamentalmente en las numerosas juntas vecinales organizadas por todo el territorio. Las JAP se organizaban en grupos de 3 a 9 miembros, que eran elegidos democráticamente, buscando integrarse y dialogar con las diversas organizaciones territoriales. No fue extraño que esta lógica de organización de los territorios, bajo control del pueblo, se fuera potenciando y desarrollando en el tiempo, conformándose con posterioridad los Cordones Industriales, como un intento de articular la organización obrera en los territorios en que se encontraba emplazada.

 

Las JAP, aunque fueron una iniciativa formalizada por el gobierno de Allende, tuvieron una identidad fuertemente popular, ya que se vinculaban a los espacios de encuentro de los vecinos, siendo un organismo clave para coordinar la resistencia a los golpes que daba la reacción a la economía nacional. Las imágenes del pueblo movilizándose frente al paro de los patrones fue algo emblemático, que dejó en evidencia el fuerte compromiso del pueblo con el gobierno del “compañero presidente”, sobrepasando muchas veces al propio Ejecutivo y siendo el pueblo auto-convocado el que dio la respuesta más contundente al empresariado.

 

En tu libro Perdiendo el miedo, narras y analizas cómo las organizaciones sociales hicieron frente a problemas como el hambre y la cesantía en medio una dura crisis económica y bajo una represión brutal de la Dictadura Militar ¿Cómo se organizó el pueblo y la clase trabajadora para hacerle frente a esa realidad?

 

Creo que el papel de las organizaciones de subsistencia (como las Ollas Comunes, Comedores Infantiles y Populares, Comprando Juntos, entre otras) fue clave en la recomposición de tejidos sociales que permitieron “perder el miedo” para enfrentarse al terrorismo de Estado de la dictadura (por eso el título del libro). Los espacios que abrieron este tipo de organizaciones, en medio de una fuerte represión, fueron algo fundamental, ya que cuando la Confederación de Trabajadores del Cobre convocó a la primera protesta nacional –el 11 de mayo de 1983-, la enorme red de organizaciones de subsistencia, además de continuar con el trabajo de conseguir la alimentación del pueblo, apoyó y sostuvo las jornadas de protesta.

 

Desde el inicio de la dictadura, en algunos casos a solo días, las organizaciones populares se comenzaron a desarrollar en las poblaciones del país, fundamentalmente por mujeres que veían la grave situación en que se encontraban sus familias (recordemos las “listas negras” en las empresas y la alta cesantía). En el período dictatorial el pueblo tuvo que enfrentar dos graves crisis económicas, siendo quizás la más brutal la que se inició en 1982, donde la desnutrición se volvió un problema permanente para los sectores populares. Recibiendo apoyo de aliados (como algunas Iglesias u ONG), pero en la mayoría de ocasiones de forma autónoma, el pueblo logró palear esta grave situación a través del trabajo colaborativo y solidario, asistiendo en 1986 a casi a 60.000 personas de forma directa solo en la Región Metropolitana.

 

Pero, más allá de la asistencia directa en el tema alimentario, un punto que me parece clave destacar es que, mientras se compartía un plato de alimentos, en la gran mayoría de espacios organizativos del pueblo se dieron instancias de conversación y discusión política -como buscaban las mancomunales-, conformándose una sociabilidad política diferente, mucho más democrática y participativa, que la construida por los gobierno continuistas del régimen dictatorial, quienes excluyeron al pueblo de la nueva “democracia”.

 

Hoy la crisis acentuada por la propagación del COVID-19 ha dejado la cantidad más grande de cesantes en 35 años, sumado a un enorme número de trabajadoras y trabajadores a quienes se les ha “suspendido su empleo” (Ley de Protección al Empleo) ¿Cuál ha sido la respuesta que tú has visto emerger desde los barrios y en el mundo laboral para contrarrestar este panorama?

 

Antes de abordar la pregunta, me parece que planteas un punto bastante importante de cómo funciona este gobierno: la Ley de Protección al Empleo. Creo que esa ley es un burdo intento del Ejecutivo por encubrir las cifras de cesantía, preocupado de su imagen y de las cifras de desempleo (aunque sean ficticias), sin importarles la realidad cruenta que debe enfrentar el pueblo, sin empleo y sin ayuda estatal. Creo que lo que estamos enfrentando es algo muy similar a períodos previos en la historia de nuestro pueblo, como en los años ’80, donde el Estado usaba su fuerza para reprimir y/o cooptar a la población, al igual que hoy, a través de un vergonzoso show mediático con las famosas “cajas de mercadería”.

 

Creo que el pueblo ha demostrado que, en momentos de dificultad, solo podemos confiar en nuestra clase. La élite que tiene cooptado el Estado se encuentra preocupada de proteger sus negocios y del sostenimiento del modelo neoliberal, que vemos que está haciendo humos en diversas partes del mundo. Me parece que esta crisis puede ser una posibilidad de cambio (aunque también existe el riesgo de que aparezcan nuevos fascismos), por lo que se vuelve fundamental el recuperar el control territorial, organizándonos y coordinando los esfuerzos en las diversas latitudes. Creo que experiencias como las mancomunales, las JAP o los mencionados Cordones Industriales son experiencias de soberanía popular que hoy debemos tener en consideración.

 

Además de lo anterior, es evidente que debemos fortalecer las organizaciones de trabajadores y gremiales, ya que si es que no tenemos formas de presión frente al Estado (en relación a la producción), gobiernos criminales como el de Piñera logran sobrevivir mientras se mantenga la producción (en ese sentido, hemos extrañado fuertemente a los mineros del cobre). Me parece que es fundamental recuperar las confederaciones de trabajadores, como la CUT de 1953, a fin de ponerla realmente al servicio de nuestra clase y de nuestras luchas. Hoy más que nunca debemos fortalecer y propiciar la creación de organismos que nos permitan coordinar y desarrollar las organizaciones autónomas del pueblo, aunque teniendo claridad de que esto se enmarca en una lucha mayor por el tipo de sociedad que deseamos, donde al menos la prioridad sea la vida, dignidad e integridad del pueblo, por sobre el negocio de los privilegiados.

 

[Entrevista publicada en el N°9 de nuestro periódico «El Andamio»]